¿Carrión sí o Carrión no?
Parte del oviedismo expresó su rechazo al regreso del catalán el viernes en el Carlos Tartiere porque siguen echándole en cara su salida hace dos años. Otra parte prefiere pasar página y centrarse en lo deportivo, confiando en el mando del catalán para ver un fútbol más alegre y que dé resultados. Un representante de cada corriente expresa su postura en estos dos artículos escritos para LA NUEVA ESPAÑA.
La opinión de Toño Bernardo: “Fin de fiesta”
Many Oviedo fans showed their discontent on Friday with a loud whistle at Luis Carrión. Toño Bernardo is one of those who position themselves against the coach’s return. And this is how he expresses it in this article: “Carrión lied, lied and continued lying”
Una frase de su rueda de prensa le define a la perfección: “Destituir a un entrenador siempre es difícil, pero creo que la decisión ha sido la correcta”. No recuerdo a ningún otro entrenador que defendiera el despido de su predecesor, que valorara negativamente la labor profesional de un compañero. Recuerden que a quien sustituye consiguió el ascenso que él no logró, con unos números espectaculares, frente a quien nada relevante ha conseguido en un banquillo. No se lo tendremos muy en cuenta porque, en realidad, lo que Carrión estaba haciendo era ejercer de portavoz del Grupo Pachuca, que le tenía fichado ya hace unos cuantos meses. Necesitaban un entrenador dócil y domesticado que hiciera caso de sus indicaciones desde el banquillo, y ya lo tienen, sin medir el impacto que tan nefasta decisión iba a tener en el club.
¿No les resulta poco creíble que exista un solo director deportivo en España que fiche para Primera a un entrenador que nunca ha ganado un partido en la máxima categoría y cuyos mayores logros en Segunda han sido posicionar sexto al Oviedo, en mitad de la tabla al Cartagena y descender al Numancia? Con la cantidad ingente de entrenadores que han cosechado éxitos deportivos, ninguno se tiraría piedras contra su propio tejado de esa manera.
Los que recordamos nítidamente que Luis Carrión mintió, mintió y siguió mintiendo en uno de los momentos más importantes de la historia del Real Oviedo no se lo vamos a perdonar, por muchas victorias que consiga en Oviedo. Recuerden: si te mienten una vez es culpa del mentiroso, pero si te mienten dos es tuya. La prensa canaria y el presidente de Las Palmas anunciando el fichaje de Carrión durante semanas, mientras él lo negaba y, a mayores, elevaba el tono cuando, tras errar estrepitosamente en Cornellá, afirmó en rueda de prensa que iba a cerrar bocas. Lo del Reconquista fue una puesta en escena que formará parte, para siempre, del triste imaginario oviedista.
Usted que, como yo, se siente traicionado por los dirigentes del Real Oviedo, recuerde que al club no se le hace daño por silbar o protestar durante un partido. Ese es su chantaje. Por no perjudicar al equipo, usted tiene que callarse la boca y aplaudir como un mono de feria. Lo que de verdad perjudica es asumir en silencio todas las decisiones de los dirigentes, que es lo que en realidad ellos pretenden. Quieren una afición mansa y sumisa, sin capacidad de elevar su disconformidad en los momentos oportunos. No, los halagos y las protestas se exteriorizan en el Tartiere. Es nuestra casa y es donde se dirimen nuestras disputas. Quien quiere mostrar su conformidad está en su derecho, de la misma manera que quien opine en sentido contrario.
Como aficionado del Oviedo que soy, una de mis premisas se basa en defender el respeto a la institución, ya que esos principios no les preocupan en absoluto a la mayoría de los que vienen a cobrar o hacer negocio con nuestro club. Ahí radica lo que de verdad nos diferencia de ellos, y no podemos perder jamás esa potestad, por mucho que a Nacho Vidal no le parezca correcto, desconociendo como desconoce lo que de verdad ocurrió y las razones que nos llevan a ello. La afición del Oviedo no está molesta porque el entrenador se fuera a otro equipo, sino por las mentiras y las formas. Por cierto, también perdieron 0 a 2 con el Levante y nadie silbó. Pero que no se preocupe el bueno de Nacho: la afición no ha fallado al equipo en 100 años y no lo va a hacer ahora. Os llevaremos en volandas hacia la permanencia y, si no, al tiempo.
Me han robado totalmente la ilusión por esta temporada. Nada puedo hacer frente a eso. Lo único que pueden tener meridianamente claro es que me tendrán enfrente, defendiendo con total libertad los valores y principios del Real Oviedo, esos que, en mi criterio, Luis Carrión ha despreciado de manera vergonzosa. Y, a la vez, animando incansablemente para lograr el objetivo que la directiva se ha empeñado en destruir.
Y recuerden, estimados oviedistas, que al igual que los Greyjoy nos explican que no se puede matar lo que ya está muerto, yo les recuerdo que no se puede perdonar a quien jamás ha pedido perdón.
La opinión de Quico Alsedo: “Tócala otra vez, Carri”
There are those who, faced with the dust unleashed by the replacement on the bench, prefer to turn the page and focus on football. For journalist Quico Alsedo, the Catalan’s return is great news because of his proposal: “I have never seen an Oviedo as brave as with Carrión.”
Cuando el Oviedo fichó a Luis Carrión en 2023, un amigo cartagenero me escribió descojonado: «Vais a flipar, ataca a lo loco: metes dos pero te meten cinco. Lo mismo bajáis». La Nueva España publicó que la directiva se había reunido con él en León: un tal Carrión venía a evangelizarnos con su “fútbol ofensivo”.
Mano a la pistola: ¿fútbol ofensivo en Segunda? La madre que me parió, todo el mundo sabe que la Segunda División es un pozo, una mezcla de Vietnam, Gaza y el Donbás. Un inframundo del que sólo emergen los que saben a lo que juegan. Ocho años llevábamos en el barro: no lo sabíamos, pero estábamos mentalmente segundizados. ¿Atacar? Sí, home, sí.
En el primer partido, aún con ese 0-1 frente a un Valladolid que para Cervera hubiera sido el Barça, se vieron cositas incluso con dos entrenamientos —creo que fue Seoane el que la cagó en salida de balón—.
El resto es historia: el Oviedo se convirtió en una sinfonía.
De golpe, los mismos jugadores que con Cervera no daban dos pases seguidos —él mismo repetía en rueda de prensa «no hagamos lo que no sabemos» como si fueran discapacitados—, exactamente los mismos tíos para los que el centro del campo era el Triángulo de las Bermudas y una simple pared el teorema de Fermat, en tres jornadas jugaban como dioses.
Siempre parecía que atacábamos y defendíamos con uno más. Las bandas, antes un jeroglífico indescifrable, se convirtieron en un parque de atracciones. En el centro del campo tejíamos una telaraña con balón en la que caían como moscas equipos que horas antes eran el Manchester City.
Incluso Leo Román atraía a los delanteros para encontrar, con circulaciones que al principio parecían milagrosas, pero acabaron siendo cotidianas, al futbolista libre.
Un equipo aterrorizado se transformó en una avalancha, jugando siempre hacia adelante, defendiendo atacando. Y sólo había cambiado una cosa: el entrenador.
Tan fuerte fue el choque —digamos que cultural—, tan salvaje la remontada (la mayor de los últimos 70 años en Segunda, según los doctos cálculos de Nacho Azparren) que, por mayo, parecía que podíamos soñar. Y el tal Carrión se vio obligado a soltar aquello de «hay que dejar de ser perdedores»: el oviedismo, tantos años un perro apaleado, se negaba a abandonar su depresión crónica.
Fui a Cornellà. Convencido de que subíamos. Me costó la de Dios conseguir una entrada —le escribí a Tebas, incluso (no me contestó)—. Los chavales se asustaron, eso fue todo. El ambiente fue allí el mismo que en el Tartiere en junio pasado. En el fútbol, demasiadas veces, casi todo es la expectativa. En la ida los tuvimos muertos, pero les tocaba subir a ellos.
Carrión no se quedó, pero yo sí me quedé algo: nunca había visto al Oviedín así. He llorado al Oviedo con Miera, Irureta, Rado, Luis… pero nunca lo había visto tan valiente, desprejuiciado, divertido. Que se fallaba un pase vertical: se intentaba otras mil veces.
Carrión me enseñó —como antes mi amigo Rafa Álvarez— que echarle huevos no es sólo chocar, cuerpear y querer. Hay que ser muy valiente para pretender algo más que ganar: hay que tener muchos huevos para soñar.
Calleja fue un sucedáneo —recuerdo a Aarón atrayendo también al delantero… para pegar luego el rupestre pelotazo—.
Y llegó Paunovic: puro aire fresco anímico.
El serbio convirtió al equipo en los 300 de las Termópilas. Él sí forjó una mentalidad de hierro. Cada lunes era un festejo, pero algo no cuajaba: ver al Oviedo era como ir al dentista.
Con el 1-0 terminábamos el partido con diez jugadores de contención, implorando el pitido final. Cada gol era una epopeya agónica, Nacho Vidal de pichichi. El súmmum llegó en el playoff: Almería y Mirandés nos tuvieron en la lona en la ida y en la vuelta. Pero nos tocaba a nosotros. El Tartiere y el equipo lo quisieron más. Y Santi.
Llegó Primera y se vio claro: el emperador iba desnudo. Como en Segunda, pero ahora los rivales ya no eran de fogueo. Siempre parecía que atacábamos y defendíamos con uno menos. Cero ideas en ataque, delantero boya aparte. El centro del campo no existía y atrás comenzó una espicha. Testosterona aparte, el Oviedo tenía las peores métricas de Primera, me comentó un amigo del Marca.
La salida de Pauno, pelín prematura pero muy justificada, nos ha vuelto a segundizar. Era el nuevo Mourinho y no lo veíamos. Resulta que al santo lo mataron por no se sabe qué quiméricos motivos —y no porque el equipo no diera tres pases seguidos y llegar al área contraria fuera como arribar a la Luna—.
Y volvió Judas: el que se había ido porque, sin más, le salió un curro objetivamente mejor. Spoiler: esta gente son profesionales. Sacrilegio: Lángara no es nadie en Córdoba.
Y ahora no podemos apoyar a Carrión porque la policía de la moral ha decidido que yo, que pené en Ávila, Albacete, Cádiz y donde pintara, tengo una honra medieval —francamente infantil— que proteger.
Informo a tanto oviedista despechado, que cree que olemos mejor que los demás porque sí, y que reparte carnets de oviedismo: los Reyes Magos son los padres. Bambi muere al final. Las chicas guapas ligan más. Todo el mundo tiene una madre que piensa que él, y sólo él, es especial.
Plantilla: a fallar pases verticales.
Tócala otra vez, Carri.
Via: The New Spain