La relación entre la primera y la tercera fuerza del Congreso de los Diputados, las dos formaciones que comparten el espacio de la derecha, el Partido Popular (PP) y Vox, atraviesa su peor momento en años. Para encontrar otro similar habría que remontarse al discurso hace justo cinco años, el 22 de octubre de 2020, de Pablo Casado en la primera moción de censura contra Pedro Sánchez, que encabezó el propio Santiago Abascal, cuando el antecesor de Alberto Núñez Feijóo en la Presidencia de los populares zahirió de manera inédita y entonces muy sorprendente al líder de la extrema derecha, y antiguo compañero de los tiempos en que ambos compartían militancia en Nuevas Generaciones, para defender su voto negativo a dicha moción. Pero incluso ese se antoja un episodio menor, o al menos de consecuencias de una envergadura no tan grande, comparado con lo que este otoño se ha revelado como un cortocircuito total entre dos partidos condenados a entenderse para alcanzar su propósito de desalojar algún día a Sánchez de la Moncloa.
La falta de entendimiento entre Génova y Bambú presagia incluso un final del actual ciclo electoral más precipitado del que se preveía, si finalmente se confirma un adelanto electoral para 2026 en Extremadura y Aragón, dos de las comunidades donde más elocuente se ha hecho la guerra abierta en la derecha y que como consecuencia de la misma siguen sin haber aprobado sus respectivos presupuestos.
Como ha publicado El Periódico de Aragón, cabecera del Grupo Prensa Ibérica, la situación de enconamiento ha llegado al punto de que Abascal estudia seriamente la posibilidad de plantear un veto a Azcón como candidato para una futura investidura, tras considerarse el líder de Vox, según trasladan fuentes de la dirección del partido, enormemente engañado y decepcionado con el presidente aragonés y ex alcalde de Zaragoza. Le acusan, entre otras cosas, de haber tratado de apuntarse un tanto con la exigencia del cese de un asesor de Vox que difundió mensajes racistas y antisemitas en las redes sociales, como también desveló este diario, cuando según este partido esa destitución ya estaba decidida por un comportamiento que califican de “inaceptable”.
En cuanto a Extremadura, no es ningún secreto que Guardiola no es precisamente la dirigente popular más cercana a Vox, al que llegó incluso a repudiar como socio después de las elecciones autonómicas de mayo de 2023, aunque luego tuvo que enmendarse para terminar firmando el acuerdo de coalición que le permitió suceder al socialista Guillermo Fernández Vara, recientemente fallecido, en la Presidencia de la Junta. Aragón y Extremadura fueron dos de los gobiernos de coalición que Abascal decidió romper de manera abrupta y unilateral en 2024 por su desacuerdo sobre el reparto de los menores inmigrantes llegados a Canarias, donde el PP comparte con Coalición Canaria el Gobierno insular que preside el nacionalista Fernando Clavijo. Desde entonces, la cosa no ha hecho más que empeorar.
Otoño negro
El otoño negro en la derecha ha dejado además un severo punto de fricción, que no es otro que el giro copernicano del PP en materia de inmigración, con un plan al respecto, el presentado recientemente por Feijóo en Barcelona, que según los de Abascal “copia” muchas de sus ideas, o casi todas, en una materia que hasta el momento casi aparecía como un sello distintivo y exclusivo de Vox dentro de la oferta electoral a la ciudadanía. Ahora el PP plantea sin ambages propuestas como un visado por puntos para quienes vengan de fuera, la deportación de los inmigrantes que delincan o reincidan, el endurecimiento de los requisitos para adquirir la nacionalidad española o un recorte severo para la inmigración de instrumentos de ayuda social como el Ingreso Mínimo Vital (IMV).
Además, también coincidiendo con la reanudación de la actividad política después de las vacaciones, se ha producido la aparición en escena de Atenea, el think tank promovido por el exportavoz parlamentario de Vox, Iván Espinosa de los Monteros, considerado representante del sector más liberal del partido, que ha recibido guiños cómplices del PP y de uno de los fundadores de Vox y hasta hace poco íntimo amigo de Abascal, el ex secretario general del partido y aún diputado y concejal en el Ayuntamiento de Madrid, Javier Ortega Smith. En la cúpula de Vox se ironiza sobre la “diosa griega de la sabiduría”, en alusión al nombre de la plataforma en la que figuran ex dirigentes de todos los partidos de la derecha española, incluido Ciudadanos, y se atribuye a Espinosa de los Monteros la puesta en circulación de algunos de los dardos con los que el PP trata de desacreditar más o menos sotto voce a Vox.
A nadie con información de lo que se cuece entre bambalinas en el mundo conservador le pasó inadvertido en la última sesión de control al Gobierno en el Congreso cómo la ínclita diputada Cayetana Álvarez de Toledo, una de las dirigentes populares que respaldó con su presencia la presentación de Atenea en Madrid, y cuya amistad con Espinosa de los Monteros es pública y notoria, acusó al ministro de la Presidencia y Justicia, Félix Bolaños, de “alimentar” a Vox, después de estar “todo el día llamándole franquista”. Todo ello, según la exportavoz parlamentaria de los populares, “porque como saben que van a perder, buscan que no gane el PP. Quién lo iba a decir, señor Bolaños, fontanero de Sánchez y servidor de Abascal“, le espetó, en una acción coordinada con Génova para sacar a relucir, aun tímidamente y sin ser demasiado explícita, lo que el PP lleva tiempo difundiendo: una supuesta pinza entre el PSOE y Vox que se estaría concretando desde hace meses con un canal de comunicación fluido, denuncian las gargantas profundas de Génova, entre Bolaños y la mano derecha de Abascal, Kiko Méndez Monasterio, el principal ideólogo y estratega de Vox.
La especie lleva tiempo circulando en los mentideros madrileños, hasta el punto de que fue objeto de discusión en privado entre Feijóo y Abascal en el último encuentro que ambos mantuvieron, el pasado mes de junio, en el despacho que el jefe de la oposición tiene en la primera planta del Congreso, justo encima del hemiciclo. Lo ocurrido dentro del mismo solo lo saben ellos dos. Según fuentes del equipo de Feijóo, fue el propio líder popular el que le preguntó al presidente de Vox por ese posible diálogo entre el ministro y Méndez Monasterio. Según el entorno de Abascal fue casi al contrario, pues habría sido el líder derechista el que sacó el tema con cierto sarcasmo. “Dame las pruebas de los encuentros entre Bolaños y Kiko, y le echo del partido mañana mismo”, aseguran que le dijo, retándole.
En público, al menos de momento, la sangre no ha llegado al río. Abascal, incluso, se esforzó por elogiar a Feijóo en una entrevista reciente en Telemadrid, aunque el elogio no sonara muy convincente. “Es un señor que tiene gracia”, afirmó. El líder del PP, por su parte, ha acentuado sus invectivas contra Vox, por ejemplo a cuenta de la inmigración, acusándole de llevar al extremo el enfoque de la cuestión, haciendo ver, según el popular, que cualquier inmigrante es un delincuente en potencia, una línea discursiva que lunes tras lunes ha marcado también, en la rueda de prensa ordinaria posterior a la reunión del Comité de Dirección, la flamante vicesecretaria de Coordinación Sectorial del PP, Alma Ezcurra, la encargada de pilotar el giro discursivo de su partido en la materia migratoria.
Desde ámbitos de la órbita de la derecha, como el que representa el citado Espinosa de los Monteros, se viene reclamando el “cese de las hostilidades”, mientras que en Vox se argumenta que con el actual clima las encuestas dibujan un cambio de gobierno incluso por holgada mayoría. Y el PP pone el grito en el cielo por algunas actuaciones de Vox, como por ejemplo querellarse contra el presidente de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, por los incendios forestales del pasado verano en esa comunidad autónoma. Las aguas bajan revueltas en la derecha, y la inminencia de un ciclo electoral como el que arranca en 2026 no parece que puedan calmarlas a medio plazo.
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