Frank James Burton fue un futbolista inglés que alcanzó la internacionalidad con su país siendo defensa del West Ham y que pasó a la historia del Real Oviedo por ser el segundo en ocupar el cargo de entrenador… y el primero en ser despedido.
El inglés llegó a Oviedo en julio de 1927, recomendado por su compatriota y amigo Frederick Pentland, quien había sido entrenador azul la temporada anterior.
Un mes después de su llegada a la capital asturiana, comenzaron los entrenamientos en Teatinos y, para disgusto de la afición, a puerta cerrada. Sin embargo, la situación no duró mucho. Para entonces, Burton ya había descubierto la sidra y tanto le entusiasmó que, para llevar a cabo la preparación física de sus futbolistas, decidió organizar largas marchas a la carrera por los alrededores de Oviedo que, invariablemente, se desarrollaban por zonas donde proliferaban los llagares.
A la prensa no le gustaba que sus entrenamientos tuvieran poco balón y mucho de gimnasia combinada con la degustación de la popular bebida, pero él conservaba una buena relación con sus jugadores, tanto que llegó a disputar varios encuentros ejerciendo de defensa junto a Trucha.
Su paso por el banquillo azul fue efímero: no llegó a completar más que media temporada escasa y fue despedido de forma fulminante tras disputar un partido amistoso el 8 de enero de 1928 en Bilbao contra el Athletic, donde los azules encajaron en San Mamés un sonrojante nueve a uno. Lo peor no fue el resultado: en la víspera del encuentro, tanto Burton como el delantero centro y estrella del equipo, Zabala, estuvieron de juerga por la capital vizcaína.
Una vez que la expedición carbayona regresó a Oviedo, Zabala recibió una fuerte sanción y Mr. Burton fue destituido del cargo, pasando a ser una comisión técnica la que concluyó la temporada dirigiendo al equipo.
El entrenador inglés usó las páginas del diario “Región” para “despedirse”: “Yo no he tenido la culpa del descalabro del Real Oviedo en Bilbao, sino los jugadores, por no estar bien entrenados. Y no están bien entrenados porque no acudían a las sesiones de entrenamiento. Yo, siempre que faltaba algún jugador al entrenamiento, daba cuenta a la directiva, y esta, no yo, tenía el deber de obligar a los jugadores a asistir a los entrenamientos que bajo mi dirección se hacían. Además, se han metido con mi manera de entrenar desde que empecé mi actuación, quitándome autoridad para imponer a los jugadores. Creo que el equipo, manejado bien y apoyado de una manera eficaz por la directiva, haría muy buen papel en el campeonato de España; pero si algunos señores no quieren enterarse de las faltas de los jugadores, las cosas irán de mal en peor. Siento mucho dejar Oviedo y su equipo, por los amigos a los que tengo, a los que estoy muy agradecido por su caballerosidad, aprovechando esta ocasión para manifestarlo públicamente”.
Curiosamente, su mentor y antecesor en el cargo, Mr. Pentland, se había marchado de la ciudad por otro altercado en un desplazamiento del equipo y con la existencia de alcohol por medio. Pero eso es… otra historia.
