En pleno mes de octubre, el Real Zaragoza está metido en un socavón tan profundo que parece su sepulcro. Ahora mismo, el equipo aragonés es un cadáver y huele a muerto como no había olido en estos trece años en Segunda. Y antes de esto ha pasado por episodios terribles, con crisis deportivas gigantescas y una amenaza muy seria de descenso a Primera RFEF durante varias temporadas. La coyuntura que afronta ahora la actual propiedad, el grupo inversor que llegó a la ciudad bajo el nombre de Real Z LLC, con el multimillonario Jorge Mas en cabeza y unos compañeros de viaje del mismo escalón social pero igual de despreocupados por el club aragonés, es la más grave de todas. A este punto han llevado a la SAD.
En la jornada diez, el equipo es un absoluto despojo. Una colección de futbolistas sin alma ni categoría. Ni calidad para jugar al fútbol más allá de la voluntad, aunque sea como pollos sin cabeza. La plantilla que construyeron entre Txema Indias y Gabi Fernández, con la aterradora idea de conservar el 0-0 a toda costa y a ver qué caía por el otro lado, va a poner en riesgo el futuro del Real Zaragoza en el fútbol profesional. Ante la falta de nivel y de cualificación para pasarse la pelota con la mínima corrección y un poco de decencia, la esperanza son jugadores que parecen exjugadores.
Es el caso de Bazdar, al que Emilio Larraz dio galones en su estreno con el resultado esperado. El bosnio hizo la mudanza de la ciudad hace muchos meses. No es que lo que ocurrió fuera culpa suya, ni mucho menos. Sirva solo como botón de muestra de lo que sucede: si futbolistas así han de salvar al Real Zaragoza estamos apañados. Porque Indias y Gabi así lo quisieron, el centro del campo es una colección de tozoloneros. El resultado da pavor: el territorio clave del juego es como un espuenda mal labrada donde el balón se descontrola y nunca avanza.
El efecto de Larraz, pobre Emilio, no se percibió en ningún momento porque el técnico aragonés es un entrenador de fútbol, no un hombre-milagro y porque en las ruedas de prensa nunca se han ganado partidos sin buenos jugadores en el campo. La realidad siempre desnuda las palabras. Las esperanzas se fueron definitivamente al garete cuando Juan Sebastián cometió un penalti de juvenil imberbe y dejó a su equipo con diez. Justo hizo el 0-1 anotando el penalti. Por si eso era poco, Paul Akouokou perdió la cabeza de camino a los vestuarios, golpeó la pantallita donde Arcediano Monescillo había firmado la sentencia del Zaragoza y vio también la roja.
Contra nueve, durante la segunda parte, el equipo aragonés fue un monigote en manos de su rival. La Cultural Leonesa hizo el 0-3., luego el 0-4, después el 0-5 y se paseó por el Ibercaja Estadio como si estuviera en el patio de su casa. Una humillación histórica. La derrota provocará que el club acelere la búsqueda de un entrenador. Pero para no bajar esta temporada, el Zaragoza necesitará un hechicero, no un técnico. Un auténtico milagro.
Y, por supuesto, cinco-seis jugadores de mucho nivel en el mercado de enero. Eso si entre todos no se empeñan en matar al Zaragoza antes. Qué lejos queda ahora 2027 y qué trampa lo que parecía una bendición con la operación bienvenido, mister Marshall y los dólares cayendo del cielo pero llenando la propiedad de accionistas indiferentes con la realidad de Aragón. Lo que caía no era dinero, eran chuzos de punta.
Via: The Aragon Newspaper