A Yesica García le salvó la vida la dichosa vacuna del Covid. Había pasado un año desde un confinamiento histórico, y los médicos recomendaban ponerse la segunda dosis de la vacuna. Yesica, que siempre confió en la medicina, pidió su cita previa y a los días de habérsela puesto se encontró un pequeño bulto. Sin embargo, no le dio importancia, porque los expertos ya habían avisado de que uno de los efectos secundarios podría ser la inflamación de los ganglios.
Pero tras palparse ella misma llegó al pecho izquierdo y notó que ese bultito no desaparecía, así que acudió al hospital. Le hicieron una mamografía pero optaron por no realizar ninguna ecografía porque no veían nada relevante. Y se equivocaron. Cinco meses después, el bulto había crecido considerablemente y en el mes de diciembre, con la Navidad tocando a la puerta, comenzaron las primeras pruebas en el Hospital Doctor Negrín.
“Me vieron en enero y en febrero ya sabía que tenía cáncer de mama porque ya era demasiado grande”, apunta Yesica. Ahí comenzó la lucha por la vida, en un ejercicio de intentar sacar el positivismo de donde no lo hay. “Me dijeron de operarme, pero el bulto era tan grande y estaba tan pegado al músculo y a la piel que decidieron darme primero seis meses de quimioterapia para reducir y evitar que la operación fuera tan agresiva”, recuerda.
Una lucha por su hijo Himar
Una de las cuestiones que le dejaron clara desde un primer momento es que la mama, a pesar de que el tumor desapareciera, iban a tener que quitársela. A Yesica no le importó. Estaba decidida a luchar contra este tropiezo y lo iba a hacer por un nombre propio: el de su hijo Himar, que por aquel entonces tan sólo tenía seis años. “Hemos intentado que lo vea como algo normal, aunque al principio tuve que decirle que me rapaba porque quería hacerme un cambio de look”, explica.
Ya vuelvo a ser yo; de todo se sale y esta es una lucha de la que no nos podemos rendir nunca
La primera operación llegó en octubre del 2022, a lo que después llegó la radioterapia, la segunda operación y la que de momento es la última, que fue en mayo de este mismo año para hacer una reconstrucción de la mama. Más de tres años de lucha en el que su voluntad y sus ganas de vivir han ganado el pulso a un bulto que apareció cuando menos lo esperaba.
El refugio siempre fue su madre, quien la acompañó en todo momento. Pero también su pequeño Himar, su pareja y su círculo de amigos. “Siempre he estado positiva y me lo he tomado de la mejor manera. Ha habido días en los que los bajones se apoderaban de mi, pero mi impulso es mi hijo, me levantaba porque estaba el, porque es mi obligación y tenía que seguir caminando”.
Su cambio fue tremendo. Engordó, el pelo se le cayó por completo y su apariencia era distinta. Pero con el tiempo ha vuelto a ser ella. Es la Yesica de siempre, la que le gusta reír y estar rodeada de gente, y sobre todo la que se apunta a cualquier plan, más todavía si tiene que ver con el deporte.
“Desde que era pequeña iba al Insular con mi padre y mis hermanos, porque trabajaba en el estadio detrás de la portería abriendo la puerta a la Cruz Roja cuando tenían que saltar al césped”, indica Yesica. A partir de ahí le nació un amor que ha inculcado a su hijo, con el que vive, siempre que puede, los partidos desde el Gran Canaria portando el escudo en el pecho. Una pasión tan grande, que en enero estuvo con Himar en el Bernabéu viendo a la UD.
El proyecto Carmen
Un amor por el deporte que también se ha visto reflejada en el baloncesto y en el Granca. Desde pequeña practicó esta disciplina y aunque nunca pensó que iba a volver a jugar, la vida le sorprendió con el proyecto Carmen, una iniciativa del club claretiano que pretende emplear el baloncesto como herramienta de terapia para pacientes oncológicos. “Nos viene súper bien. Yo debería haber empezado a ejercitarme desde que estaba con la quimio porque no sabemos la importancia que tiene”, comenta.
Yesica no tuvo antecedentes en su familia. Ella fue la primera en padecer un cáncer que puede aparecer en cualquier momento, y que lo hace sin avisar. Una piedra que se interpuso en su camino y que ella ha sabido regatear a la perfección, y ahora puede decir que lo ha logrado a pesar de no tener el alta definitiva. “Ya vuelvo a ser yo. Hay días buenos y días malos pero tengo claro que el 90% de la curación es parte del estado de ánimo”.
Cuando la tormenta ya ha pasado, ella solo tiene mensajes de ánimo. Lo ha vivido de primera mano, y sabe que no es nada imposible y que tiene curación siempre y cuando se pueda coger a tiempo. “De todo se sale, esto es una lucha continua de la que no nos podemos rendir”, expresa.
Via: The Province – Diario de Las Palmas