Áron, un portero húngaro de 19 años, protagonizó una de las mayores exhibiciones que se recuerdan en años en El Molinón. La actuación del guardameta del Andorra contuvo a un Sporting mejorado y ambicioso, pero carente de colmillo en su área. E, incluso, estuvo a nada de allanar el camino a la victoria visitante. Pero en el último segundo, la tecnología rescató al equipo rojiblanco con un penalti por mano de esos de tiempos de VAR que no falló Gelabert. En lo futbolístico, mereció holgadamente ganar el Sporiting. Pero el partido, aunque socorrido con ese empate, no eclipsa el malestar de la gente con la situación del proyecto deportivo de Orlegi Sports. Los minutos de revisión del VAR para determinar el penalti del Sporting serán recordados por las protestas de una notable parte del campo contra la directiva, cansada de la fotografía que, tres años y medio después del aterrizaje del grupo mexicano, muestra el club gijonés. El empate agrava la crisis deportiva de un equipo que ya no siente la energía del cambio de Borja: 3 puntos de 15 minan la confianza de cualquiera y pesan una barbaridad, sobre todo porque la carga que la afición lleva tiempo soportando no es ligera.
Antes de opinar, ahora que se avecina el mercado, Borja quiso ver en acción a Queipo. Desaparecido durante tanto tiempo, le tocaba relevar a Duba. Spoiler: no se redimió con un gol, pero seguro que se fue a la cama con una sonrisa. Volvió a sentirse futbolista. Su labor y esfuerzo fueron reconocidos primero por Borja y, después, por El Molinón. Queipo se fue del césped llorando, emocionado, agradecido a su gente, sabedor de que ha pasado una época durísima, pero que el fútbol, como la vida, premia a los que no se rinden.
Ninguno de los dos equipos acusó el vértigo del inicio: el partido arrancó sin miedo, con la pelota viajando de un área a otra a toda velocidad. Tuvieran o no titular en el banquillo, el Andorra, equipo de autor, se mantuvo fiel a sí mismo. Reclamaba la posesión con ansiedad el conjunto de Piqué, pero después la movía con criterio hasta abalanzarse en manada sobre las inmediaciones de Yáñez. Sus ataques nacían una y otra vez por el costado izquierdo: por allí irrumpían Mart Vilà y, sobre todo, Minsu, un talento surcoreano que está haciendo ruido en el fútbol español. Tanto, que obligó a Rosas a recular, muchas veces en inferioridad numérica.
Cocinaban sus jugadas con esmero los andorranos —de negro—, pero el peligro llegó por el camino más clásico. Nacho Martín, primero, y Álvaro, después, rozaron el gol. El disparo del medio rojiblanco rozó el travesaño. Al ‘10’ visitante, la rosca no le agarró el efecto necesario y su tiro se perdió a centímetros del poste. El equipo de Piqué monopolizó la pelota hasta desesperar por momentos a El Molinón. Los muchachos de Borja perseguían sombras. Pero en el fútbol, sugerir no basta. Y así, fue de nuevo Gaspar quien, mediante una acción primaria, estuvo cerca del gol. Diego ganó línea de banda, levantó la cabeza y vio cómo el ‘7’ retrocedía unos pasos para ganar la posición. Gaspar estrelló el balón en la base del poste. Áron, superado, agradeció al palo con la mirada.
El susto no alteró a los de Carles Manso, ni espoleó a los de Borja. Nada cambió. El mando seguía siendo para los visitantes, con los gijoneses preparados para cazar una contra. El espectáculo no convencía a El Molinón. Y el agobio pudo ir a más cuando Nieto cazó un centro dentro del área: su remate, frágil, estuvo a punto de colarse entre las piernas de Yáñez.
Las noticias empeoraron. Gaspar levantó la mano, lesionado, y pidió el cambio. Borja, al que parece haber mirado un tuerto, buscó soluciones y eligió a Justin Smith. Su entrada obligó a reajustar: Gelabert pasó a la derecha, Queipo a la izquierda y Smith se situó como tercer centrocampista. De ese contratiempo —Gaspar estaba siendo el jugador más activo del ataque— emergió un Sporting más incisivo. Hasta que Smith entró en calor, porque acumuló dos pérdidas en cinco minutos. Pero el mapa del encuentro ya había girado: el peligro rondaba ahora la portería de Áron.
Levitaba el Sporting, que parecía otro. Rosas rozó el gol, pero un manotazo de Áron lo evitó. El portero del Andorra estaba decidido a hacerse un nombre en El Molinón. Poco después de lucirse ante el lateral, estiró al límite su cadera para detener un obús de Otero. Contuvo al colombiano, pero esa acción emocionó más que un gol. Cuánta falta le hace a este equipo, cogido con pinzas, la sangre de Otero: un futbolista que no escatima un esfuerzo y que espabiló a medio estadio y a todo el equipo.
En esas, Alejandro Ojaos señaló el descanso. Pausa justo cuando el Sporting aceleraba en busca del primero.
El parón no enfrió al Sporting, desatado. Sí lo hizo —otra vez— Áron. Las piernas de Otero contagiaron a todos y el Sporting apretó arriba a un Andorra desorientado, incapaz de salir como al principio, ahora temeroso. A base de empuje, Otero y Corredera robaron muy arriba un balón que terminó con Áron luciéndose ante Gelabert. El rechace estuvo a punto de caer de nuevo para Otero. Antes, Áron —siempre él— también había sacado un remate a bocajarro de Diego tras una jugada de estrategia. Milagrosamente, el encuentro seguía 0-0. La maldición continuaba.
¿Cuántos aficionados acudieron a Google para saber más de ese superhombre llamado Áron Yaakobishvili? La exhibición del guardameta húngaro, de 19 años y cedido al Andorra por el Fútbol Club Barcelona, fue tan salvaje que dejó atónito a medio estadio y desesperada a la tropa de Borja. Tenía respuesta para todo: para sacar el cuerpo y bloquear un disparo de Rosas, y para salir a toda prisa y dejar sin espacio a Otero. Borja debió pensar: ¿ante esto, qué puedo hacer? El despliegue del jovencísimo guardameta mantuvo con vida al Andorra hasta que Lautaro enganchó la única aproximación de los visitantes en el segundo tiempo. Una contra de libro, para mayor ironía, porque el fútbol y la ambición de los asturianos obligaron a un conjunto que presume de estilo como el Andorra a remangarse y a sobrevivir de la inspiración de su portero. Borja agotó cartuchos: dentro Amadou y Caicedo, abucheado por El Molinón. Pero en este deporte nada está escrito hasta el final. En el último suspiro, un córner cambió el resultado –no la situación-. Con todo subió a rematar el Sporting, incluido Yáñez. Y ahí un remate del abucheado Caicedo se encontró con una mano estéril de un zaguero del Andorra. La jugada pasó desapercibida en directo hasta el punto que El Molinón se vio derrotado, lo que desató protestas contra la gestión de Orlegi Sports. Cuando la gente ya se dio cuenta que algo estaba pasando –el VAR estaba revisando un posible penalti- las protestas habían escalado. Ya no solo clamaban en la Grada de Animación, sino que los cánticos contra la directiva retumbaron en otras partes del campo. Entre medias, Gelabert puso el empate. Pero el epílogo por todo resultó triste. Más pitos, algún pañuelo y un enorme malestar en la gente, que ya ha comenzado a perder la paciencia con el modelo y que espera ya resultados.
